


Mateo 4:23
Jesús recorría toda Galilea. Enseñaba en las sinagogas de ellos, predicaba el evangelio del reino, y sanaba toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo (Mt 4:23).
Mateo 8:2-3
Un leproso se le acercó, se arrodilló ante él y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.» Jesús extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero. Ya has quedado limpio.» Y al instante su lepra desapareció (Mt 8:2-3).
Mateo 8:16-17
Al caer la noche, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su sola palabra, expulsó a los demonios y sanó a todos los enfermos. Esto, para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: «Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias» (Mt 8:16-17).
Mateo 9:35
Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, y enseñaba en las sinagogas de ellos, predicaba el evangelio del reino y sanaba toda enfermedad y toda dolencia del pueblo (Mt 9:35).
Mateo 12:13
Entonces le dijo a aquel hombre: «Extiende tu mano.» El hombre la extendió, y su mano le quedó tan sana como la otra (Mt 12:13).
Mateo 12:22
Un día le llevaron un endemoniado ciego y mudo, y él lo sanó, así que el ciego y mudo podía ver y hablar (Mt 12:22).
Mateo 14:35-36
Y cuando la gente de aquel lugar lo reconoció, lo hizo saber por toda aquella tierra. Entonces le llevaron todos los enfermos y le rogaban que los dejara tocar al menos el borde de su manto. ¡Y todos los que lo tocaban quedaban sanos! (Mt 14:35-36).
Mateo 15:30
Mucha gente se le acercó. Llevaban cojos, ciegos, mudos, mancos, y muchos otros enfermos, y los pusieron a los pies de Jesús, y él los sanó (Mt 15:30).
Mateo 17:18
Jesús reprendió entonces al demonio, y éste salió del muchacho, y desde aquel mismo instante el muchacho quedó sano (Mt 17:18).
Mateo 19:2
Grandes multitudes lo siguieron, y él los sanó allí (Mt 19:2).
Mateo 21:14
Mientras Jesús estaba en el templo, algunos ciegos y cojos se acercaron, y él los sanó (Mt 21:14).
Marcos 1:30-31
La suegra de Simón estaba en cama porque tenía fiebre, y enseguida le hablaron de ella. Jesús se acercó y, tomándola de la mano, la ayudó a levantarse. Al instante la fiebre se le fue, y ella comenzó a atenderlos (Mr 1:30-31).
Marcos 10:51-52
Y Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego le respondió: «Maestro, quiero recobrar la vista.» Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y enseguida el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús en el camino (Mr 10:51:52).
Lucas 7:21
En ese mismo momento, Jesús sanó a muchos que tenían enfermedades, plagas y espíritus malignos, y a muchos ciegos les dio la vista (Lucas 7:21).
Lucas 13:11-13
y allí estaba una mujer que hacía ya dieciocho años sufría de un espíritu de enfermedad. Andaba encorvada, y de ninguna manera podía enderezarse. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: «Mujer, quedas libre de tu enfermedad.» Y en el mismo instante en que Jesús puso las manos sobre ella, la mujer se enderezó y comenzó a glorificar a Dios (Lc 13:11-13).
Lucas 17:12-14
Al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se quedaron a cierta distancia de él, y levantando la voz le dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Cuando él los vio, les dijo: «Vayan y preséntense ante los sacerdotes.» Y sucedió que, mientras ellos iban de camino, quedaron limpios (Lc 17:12-14).
Lucas 22:49-51
Cuando los que estaban con él se dieron cuenta de lo que pasaba, le dijeron: «Señor, ¿echamos mano a la espada?» Uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Pero Jesús les dijo: «¡Basta! ¡Déjenlos!» Tocó entonces la oreja de aquel hombre, y lo sanó (Lc 22:49:51).
Juan 4:49-51
El oficial del rey le dijo: «Señor, ven a mi casa antes de que mi hijo muera.» Jesús le dijo: «Vuelve a tu casa, que tu hijo vive.» Y ese hombre creyó en lo que Jesús le dijo, y se fue. Cuando volvía a su casa, sus siervos salieron a recibirlo y le dieron la noticia: «¡Tu hijo vive!» (Jn 4:49:51).
Juan 5:8-9
Jesús le dijo: «Levántate, toma tu lecho, y vete.» Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho y se fue. Pero aquel día era día de reposo (Jn 5:8-9).
Juan 9:6-7
Dicho esto, escupió en tierra, hizo lodo con la saliva, y untó el lodo en los ojos del ciego; entonces le dijo: «Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que significa “Enviado”).» El ciego fue, se lavó, y al volver ya veía (Jn 9:6-7).